Este mes ha sido fácil: vacaciones, tiempo libre y Bevilacqua. Soy fan de Bevilacqua y Chamorro desde que Marina (compañera de trabajo y, sin embargo, amiga) me lo contagió dándome a leer toda la saga: La niebla y la doncella, La reina sin espejo, Noviembre sin violetas,… Así uno detrás de otro. Enganchada y enganchando (mi padre me sigue el ritmo). Así que, cuando Lorenzo Silva ganó el Planeta, yo ya vi que estas navidades volvía a convertirme en picoleto y a investigar otro asesinato. Todo este rollo pretende explicar que no soy parcial, que Bevilacqua y Chamorro son una de mis debilidades como lectora y que no puedo evitar decir que me ha gustado mucho La marca del meridiano.
Con estas novelas una se adentra en ese mundo tan desconocido (al menos para mí) como es el de la guardia civil, que, por otro lado, se aleja del cliché al que estamos acostumbrados los españoles, gracias a las películas y series de la casa, que o bien lo convierten en tópico burlesco-irritante, o bien todo lo americaniza (mejor sería decir «estadounidensifica», pero como no existe la palabra, habrá que conformarse con América entera). Por otro lado, la guardia civil de Silva parece más real, más verosímil, al menos yo me la creo más, y espero y deseo que la de verdad se parezca más a la de Silva que a la de la tele.
En La marca del meridiano la novedad está en que el muerto es un amigo del pasado, que abre una cicatriz que en las otras novelas se intuye pero no se ve tan directamente. Esto me provocó curiosidad porque después de tantos libros este Vila no nos ha contado nada de su pasado hiriente y ya está bien, que la confianza está para algo. Pero, por otro lado, se cierra un círculo, se explica el principio y eso me hace pensar que quizás estemos ante el último libro de Bevilacqua y Chamorro. Esta sensación no la tuve con La estrategia del agua, que, contra todo pronóstico ‘prelectura’, fue el que más me gustó cuando lo leí.
Hay que decir que una, inevitablemente, compara un libro de una saga con otro de la misma, y normalmente ninguno supera al primero que haya caído en mis manos, salvo los de Bevilacqua, siempre el que más me gusta es el último que he leído. Y La marca del meridiano se hubiese convertido en mi favorito, si no me dejase con la sensación de que se acabó, de que ya no habrá más. Como en una ruptura sentimental donde los amantes aun se quieren pero saben que lo suyo es imposible, así me deja este libro.
Espero equivocarme y que haya más Bevilacqua y más Chamorro (sin despreciar al primero, esta chica es un filón, por no hablar del joven Arny). Pero, como siempre, ha sido un placer leerte.
Próxima parada: por determinar. Voy a esperar a mañana, a ver qué me traen los Reyes (que sea MEJOR MANOLO, que sea MEJOR MANOLO, por favor)…
Febrero: DONDE SE ALZAN LOS TRONOS de Ángeles Caso.