Este mes no quería leer nada. No me apetecía. La culpa es del sol, que pide calle. Hacía meses me había empezado a leer Pippi Calzaslargas, que nunca había leído pero que me sabía perfectamente gracias a la serie. Lo he acabado ahora.
Pippi vive en Villa Mangaporhombro, vive sola con su mono y su caballo y va a la escuela un día de mil. Es la niña más fuerte del mundo, capaz de vencer al forzudo cuando llega al circo y de hacer bailar la polka al ladrón que entra de noche a robarla. Es hija del rey de los caníbales, con el que navegó hasta el fin de sus días, y ahora vive sola para admiración y envidia de sus vecinos, Annika y Tommy. Toda lógica es absurda en el mundo de Pippi y a la vez llega a verdades universales trastocando todas nuestras costumbres.
La edición de Blackie Books es, además, maravillosa. Violeta, pelirroja y amarilla. Agradable al tacto y a la vista. La única pega que le veo es que lo venden como la obra feminista para nuestras niñas. Qué tontería. No se dan cuenta de que eso a Pippi le daría igual, que, si ella fuera símbolo de algo, lo sería de la libertad que le da a uno ir y hacer lo que a uno le venga en gana. La libertad de nuestra propia lógica, aunque sea absurda para los demás. Y eso es para todos, tan sensibles como somos muchas veces a quedarnos quietos por no salirnos del rebaño. Por eso hay que leer a Pippi, para recordarnos que la niña más fuerte del mundo lo es porque ha logrado construirse su propio mundo.
Pippi al poder.
Oh yeah.