JULIO LEÍDO: CONQUISTAR EL CIELO y COMO UNA FAMILIA, de Paolo Giordano

Leer a Giordano es leer tragedia. A lo Lorca, si quieres, pero tragedia. Te deja baldada. Y aún así, me gusta leerlo.

No lo leía desde La soledad de los números primos, del que no recuerdo muy bien la historia pero sí que me impactó la forma de contar una desgracia, una relación entre dos personas que no podían ser felices juntos, ni tan siquiera por separado. Como los números primos, que sólo pueden estar con otro primo como ellos o con ellos mismos. A veces ni siquiera con ellos.

Conquistar el cielo es su última novela. Teresa cuenta cómo conoció a los tres chavales que vivían en la casa contigua a la de su abuela, donde pasaba los veranos de la adolescencia con su padre. Cómo descubre otra forma de vida, más religiosa, casi mística; otra familia, con otras costumbres; otros chavales, con pasados complicados. Y a partir de ahí, la amistad, el amor. La felicidad plena de los días largos, el sol, la cerveza, la música, la vida. Luego, te haces mayor y todo se desgaja. Lo que parecía indestructible se llena de aristas. Y se desmoronan los principios, las seguridades y las relaciones. El tiempo, que lo jode todo. La verdad que se impone: lo de no poder querer siempre a alguien con todo tu ser, ni ser querida así; lo de no poder superar el dolor de no saber quién eres ni qué quieres, lo de perderse en miserias, drogas y traiciones. Una tristeza.

Pero está tan bien contado… Me recuerda a veces a García Márquez, no sabría decir en qué exactamente, puede que en esa maravilla que es hallar la grandeza de la vida, con todo el dolor y la felicidad que uno puede sentir, en una historia que, de normalita que es, no deja de ser humana. Y me veo con 15 años arrastrada por un amor que arrasa hasta cambiarte todo tu mundo, me veo traicionada por amigos que, en el fondo, me quieren pero no encajamos, me veo reconciliada con la vida, casi casi sintiendo que he conquistado el cielo a pesar de todo.

Y enganchada como estaba, devolví este libro para coger Como una familia (creo que es su tercera novela). Lo primero que sorprende es su finura. Paso de un tochaco de cientos de páginas a uno de 126. Capítulos breves, en vez de los interminables de la novela anterior (una decena en 400 páginas). Deduzco que la historia igual no es tan trágica. No le va a dar tiempo a forjar la desdicha, pienso con optimismo. Y lo cierto es que es más amable que los otros, pero trata de la muerte de la señora A., una señora que cuida de su hijo, y también un poco de ellos, hasta que el cáncer la devora. La muerte de un ser querido que no sabes que es querido hasta que falta. Así de idiotas somos a los 40. Nos seguimos creyendo jóvenes, un pelín inmortales porque hacemos deporte y comemos verdura. Hasta que llega y zas. Te ponen en tu sitio, en el sitio de cualquier bicho que hoy vive y mañana no. Esto súmalo a nuestras crisis de pareja, en esa etapa vital en que las parejas ya llevan años juntos y no saben si quieren seguir o no compartiendo espacio, tiempo y a sí mismos. ¿Cómo quererse cuando todo está dicho y redicho? ¿Cuando ya no hay sorpresa? ¿Cuando nada es nuevo? De nuevo, la tragedia. Vivir para morir sin ser muy consciente de que te mueres cada día un poco, porque, si no, a ver quién vive así, y a la vez, cuestionarse si esta vida que has elegido es la vida que quieres.

Después de esto, me vuelvo a la negra, que hay muertos pero no sufro por ellos.

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